Comentario
Cuéntase cómo desapareció la nao almirante y volvió a juntarse, y cómo se vio la segunda isla despoblada
Ya se iba con alguna desconfianza navegando al Oeste franco, cuando se vieron algunas ballenas y muchos pájaros grajaos. Al amanecer deste día no se vio la almiranta. Luego el capitán mandó se reparase y mirase, como de los topes miraron, con antención a todas partes; y a las nueve del día a una fue vista venir la nao por nuestra estela con todas sus velas dadas. Causó tan grande alegría, cuanto dio pena su ausencia. Llegada, recibió el capitán tina carta, diciendo el almirante en ella, que aquella noche pasada se había muerto el farol de la capitana, y que como iba enfermo no veía lo que pasaba, ni todo lo que mandaba se hacía fielmente.
Yendo así navegando, a veinte y nueve de enero al romper del día, vimos tina isla cerca; fuimos luego en su demanda. La zabra, a la parte del Sudueste, halló puerto en una pequeña caleta, a donde luego surgió en veinte y siete brazas de fondo y casi en tierra. iban las naos a lo mismo. Dieron de la zabra voces que ya habían garrado, y por esto viraron de otra vuelta, y la zabra zarpó su ancla y dio velas.
Envióse de la almiranta tres hombres en un botiquín a tierra, y temiendo quedarse en ella dieron priesa en se volver, trayendo de allí ciertas piñas, fruta de algunos conocida, que no se comió por verde. Dijeron que aquel desembarcadero para el botiquín era malo y mucho peor para barcas.
Esta isla al parecer dista de Lima ochocientas y setenta leguas: bojea diez. Es maciza, medianamente alta, llana, tiene arboledas y sabanas: es alcantil y sin fondo, y sus orillas de unos cóncavos roquedos, morada sola de pájaros: su altura veinte y cuatro grados y tres cuartos; su nombre San Juan Bautista; y por no haber en ella puerto para buscar agua y leña, seguimos nuestro viaje al Oes-noroeste.
Este día vino el almirante a ver al capitán para tratar ciertas cosas, el cual, por desterrar enemistades hizo que el almirante y el piloto mayor se abrazasen y quedasen los dos amigos, porque lo eran muy poco.
El otro siguiente día, que fue penúltimo de enero, se vieron mucho número de pájaros, y el último tuvimos unos aguaceros tan recios que obligó a calar los masteleos.